lunes, 3 de septiembre de 2012

Algunos apuntes para seguir en la indagación de los precios.


Tres notas recientes dan cuenta de la misma preocupación de este blog de encontrarle la vuelta a la cuestión de los precios en la Argentina. Una cuestión que no es menor en ninguna parte del mundo, que sufre las mismas peripecias seguramente, pero que, en nuestro país, se ve agravado por el hecho de que sus principales exportaciones son de bienes que directa o indirectamente llegan a la mesa familiar. Es decir que su aumento en el mercado internacional necesariamente se traslada al plato de cada día. Ustedes me podrán decir que esto le pasa a todos, pues si aumenta, aumenta para todos, para Argentinos o Alemanes. Lamento bajarlos de un hondazo hermanos míos, diría el Guru Sri Sri.
Lo que sucede es que Alemanes, Brasileños, Italianos y demás, subsidian la alimentación y la producción de alimentos, pues para mantener vivo el capitalismo y lograr que los obreros no pidan más plata, deben tener baja su canasta familiar de alimentos. Hasta hace unos años lo habían logrado por la simple vía de mantener bajos los precios de los productos agrícolas. Es decir bajos o negativos los términos de intercambio, por lo cual, simplificando, vendíamos barato y comprábamos caro. Pero hoy la necesidad de generar renta financiera a nivel global a hecho que comprar soja a futuro o maíz a futuro, como si fueran acciones desvirtúan los precios mundiales. Si a eso agregamos o viceversa, que China compra todo tenemos un problema ( no Houston como en Apolo 13,  sino Buenos Aires).
Así en un artículo de Pagina 12 del lunes 03 de setiembre Tomas Lukin  levanta dos informes de economistas íntimamente ligados nos señala en el primero escrito por Andrés Asiain  denominado :¿Bendición o maldición?. Allí el autor señala que:
“…si en el plano externo los altos precios de los alimentos suenan a una bendición, en el plano interno pueden generar grandes inconvenientes. Un informe reciente de la Cátedra Nacional de Economía Arturo Jauretche muestra que el incremento en el precio interno de los alimentos registrado entre 2006 y 2012, se explica en gran medida por el alza internacional de la cotizaciones de los granos y oleaginosas de exportación. La utilización del trigo y maíz como materia prima para la producción de fideos, harinas, polenta, engorde de pollos, entre otros, hace que parte de la inflación externa se traslade a la mesa de los argentinos.
Adicionalmente, el alza de la soja también afecta el precio de los alimentos pese a que pocos argentinos incluyan en su dieta a la oleaginosa. Es que el yuyo verde compite con las demás producciones por el uso de la tierra cultivable, incrementando los costos de los arriendos que se mueven al compás de su cotización internacional. El valor de la hectárea en la zona núcleo de la provincia de Buenos Aires se multiplicó por tres en los últimos 6 años, alcanzando los 10.000 dólares promedio para julio de 2012.
Otro efecto indirecto del auge sojero es el desplazamiento de los cultivos de verduras, hortalizas y frutas de la periferia de las ciudades, con el consiguiente encarecimiento de los costos de producción y transporte. El desarrollo de numerosos emprendimientos inmobiliarios de amplias extensiones destinados a sectores de altos ingresos ha sido alimentado por el excedente del agro, desplazando a los quinteros que tradicionalmente ocupaban ese espacio.”
Asían sugiere que : “En Argentina, aún sobreviven en los márgenes de la frontera agropecuaria un amplio sector de pequeños campesinos. Una fuerte política estatal de apoyo al desarrollo de ese sector podría ser una fuente de abastecimiento de alimentos para los sectores populares. De paso, se estimula la configuración de un nuevo actor social que pueda enfrentar el conservadurismo político que emana de las organizaciones que conforman la Mesa de Enlace.”
La segunda nota es complementaria de esta y nos señala que esta preocupación de Asian se contrapone con los recientes acuerdos con Monsanto para comercializar la nueva semilla de soja transgénica, esta nueva semilla desplazará a la anterior y, con ella, a los márgenes de ganancia que esta  sustentaba, por la posibilidad de los productores de guardar su semilla, posibilidad lograda luego de enormes batallas del gobierno nacional, defendiendo el criterio de que un productor rural tiene el derecho a guardar su propia semilla, derecho ancestral obvio, eso se logró porque Monsanto no cumplió con los requisitos de patenets en Argentina en su momento,  ahora avivada Monsanto patentó esta semilla en la Argentina y su comercialización esta sujeta a un contrato que dice que no se puede guardar so pena de ser juzgados. Nos encontramos aquí con condiciones no de libertad de mercado sino de fijación amañada de precios y comercialización. Tenemos, al igual que en la nota que sigue condiciones leoninas de contratos que conducen a una transferencia de ingresos enorme de los productores a Monsanto. Y de Monsanto al extranjero. Es decir se repite el desarrollo del viejo pacto colonial remixado en la genética.
Recomiendo leer la nota Entusiasmo puesto en duda de Valeria Arza y Anabel Marin que esta a continuación de la anterior.
Finalmente para que podamos ver lo complejo del panorama de precios agrego un análisis de Alfredo Zaiat sobre el precio de la ropa, otro componente importante de la canasta familiar. La nota de Zaiat explica que:
Una de esas cadenas de valor, el complejo textil-indumentaria, sirve para ilustrar / la/ heterogeneidad productiva y, por consiguiente, para abordar la cuestión precios. En los últimos años se ha producido una ampliación de la brecha de precios entre productos destinados al consumidor de clase media y alta, y el resto. El aumento de precios en el segmento de alto poder adquisitivo derivó en que indumentaria básica tenga un valor equivalente en dólares más alto que el de otros mercados, como el estadounidense o europeo.
Los economistas Diego Coatz y Mariano Kestelboim detallan en la investigación “La formación del precio de la ropa” esa heterogeneidad productiva y las diferencias de precios dependiendo del mercado consumidor. Explican que la plaza de indumentaria está fuertemente segmentada en un sector ABC1, con formalidad laboral y elevados precios de la indumentaria, que involucra al 20 por ciento del total comercializado, y otro informal con productos importados vía contrabando y de producción nacional también informal y precariedad laboral que alcanza al 80 por ciento restante. En este último mercado, “los precios son mucho más económicos”, afirman. A la vez señalan que la variable precio no es tan determinante de las decisiones de compra del segmento premium que se concentra en los shoppings. El consumo de las clases medias y bajas se trasladó mayoritariamente a otras zonas, como el Once, la calle Avellaneda en Flores y las ferias informales. Por eso indican que la mayor parte de la población accede a la indumentaria a precios mucho más bajos que en los shoppings.”
Para tratarlo con sorna, como diría el popular Micky Vainilla, los precios bajos están controlados por negocios de bolivianos ( y coreanos seguramente).
Finalmente y entrando en el precio final y su composición surge que: “El aspecto relevante del estudio de Coatz y Kestelboim es que se sumerge en la puja distributiva por la captación de rentas hacia dentro de la cadena de valor textil-indumentaria que opera en canales de venta formales. En ese sector igualmente el eslabón de la confección mantiene un elevado grado de informalidad y de trabajo clandestino. Esa puja se expresa en precios altos que terminan condicionado el análisis del fenómeno inflacionario general. Calcularon que en ese rubro de la actividad textil la formación de precios de la indumentaria se divide en 34 por ciento por el proceso industrial desde la materia prima hasta el producto final, 40 por ciento por los costos del canal comercial y financiero y 26 por ciento por impuestos.”
Para decirlo con claridad, si bien para fabricar las grandes firmas usan empleo en negro o casi esclavo, en el resto, donde tienen que lidiar con Shopping o Bancos se avienen a pagar esos costos, por lo que una chomba de marca que vale 300 mangos su costo es de 100 puesta en estantería por la misma marca dueña de la tienda y lo demás es para la cadena de intermediación y los impuestos. Les sugiero leer la nota pues es muy amplia su explicación sobre el negocio de los shopping, lo que advierto es que el negocio de los shopping se asienta al igual que el de los countries en vender seguridad, no precios o calidad. Seguridad que venden gracias a la generación que las empresas de multimedios, que seguramente son socias de los shopping o de las inmobiliarias y administradoras de camping exacerban hasta el cansancio. Ahora bien, porque en Esquel no son más baratas las prendas, y porque los shoppings exigen que otras tiendas, e incluso outlets no puedan vender más barato so pena de ejecutar un contrato leonino.
Termino insistiendo en la necesidad de que todo buen gobierno debe trabajar en atender estos problemas, y creo que las medidas tomadas hasta hoy, ya son insuficientes, el mercado se ha adaptado a ellas y encuentra las formas de eludirlas o cambiarlas. Solo el gobierno y no solo el nacional, sino también el local, deben avanzar sobre este tema. La infinidad de micro proyectos de confección que se han bajado a los pueblos, asi como el trabajo de años del Programa Social deberían servir para desarrollar confección y soberanía alimentaria. Si aún no lo han hecho deberíamos revisar los programas y redefinirlos.
Las soluciones que engorden solo a los poderosos no darán resultado.

Rusvi Tahan

2 comentarios:

Florencio F. Boglione dijo...

Coincido plenamente con la reflexión final. Interesante blog, lo sumo a mi blogroll y le copio y pego el final de esta entrada, con la respectiva mención, como corresponde.
Saludos Cordiales.

Monica dijo...

yo hace unos pocos meses que vivo en un apartamento en buenos aires ya que me vine a estudiar a este país. veo que los precios son un poco altos pero no puedo comparar con otro momento ya que no estuve aquí pero si puedo decir que es difícil mantenerse con un sueldo promedio